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Autocuidado
Nuestro autocuidado está estrechamente ligado a nuestra autoestima. Cuando nos valoramos poco, tendemos a descuidarnos, lo que afecta a todos los aspectos de nuestra vida. Por el contrario, cuando empezamos a tratarnos con cuidado y respeto, progresivamente interiorizamos esa dinámica, nos sentimos mejor y aprendemos a querernos más. Como consecuencia natural, dejamos de permitir que los demás nos traten de manera inadecuada. Por eso, cuidarse implica también aprender a poner límites saludables.
Uno de los aspectos más complicados del autocuidado es que, a veces, implica hacer cosas que no nos apetecen. O que ni sabemos cómo hacer o cómo implementar, o que por algún motivo nos producen un bloqueo. También puede ser complicado encontrar un equilibrio entre los diferentes aspectos del nuestro cuidado. Por eso, aprender a cuidarse es un proceso, un aprendizaje, y necesitamos ser pacientes con nosotros mismos si algo se atasca. Cuidarse bien puede resultar un reto.
Estos son algunos de los aspectos claves de nuestro autocuidado:
- Estilo de vida: alimentación, movimiento, exposición a la luz solar y contacto con la naturaleza.
- Descanso y desconexión.
- Salud física: revisiones médicas necesarias y escucha de las señales del cuerpo.
- Relaciones y límites: aprender a establecer fronteras interpersonales que protejan nuestro bienestar, pero también cuidar nuestras relaciones, lo cual implica que nuestros límites puedan flexibilizarse según la persona y nuestra relación con ella (vamos, que no se trata de decir que no por sistema)
- Autoconocimiento emocional: aprender a validar, aceptar y regular nuestras emociones. Lo cual no significa dejarnos llevar por ellas; en ocasiones, lo más saludable es hacer lo contrario de lo que nos dicta una emoción.
- Diálogo interno: desarrollar una conversación interna más amable, cariñosa y realista, basada en la aceptación de nuestros diferentes aspectos, incluso cuando entren en conflicto.
- Equilibrio entre exigencia y disfrute: cuidarnos sin que se convierta en una carga, encontrando un equilibrio entre nuestro esfuerzo, el placer y el descanso.
Existen muchos motivos por los que tener un buen autocuidado puede ser un auténtico reto. Algunos de los cuales son:
- Lo que nos faltó: lo que no recibimos en etapas críticas de nuestra infancia o adolescencia influye en cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Factores ligados a la crianza o a la exclusión social pueden limitar nuestra capacidad de cuidarnos.
- Patrones y aprendizajes perjudiciales: muchas formas de descuido o maltrato personal están sostenidas por modelos aprendidos que reproducimos sin cuestionarlos.
- Dificultad para priorizarse: tendemos a anteponer las necesidades ajenas y dejamos en último lugar nuestro propio cuidado.
- Desconexión de nuestras necesidades y emociones.
- Apego inseguro: como seres sociales, buscamos vincularnos profundamente. Pero cuando no tenemos referentes seguros, podemos desarrollar estrategias desadaptativas para calmar la soledad o el vacío (como adicciones o atracones).
- Estamos lidiando con los efectos de experiencias traumáticas: el trauma consume recursos mentales y emocionales, y dificulta la regulación emocional, la conexión con uno mismo y la construcción de hábitos saludables. Especialmente el trauma interpersonal puede llevar al aislamiento y a patrones de autocuidado dañinos.
- Situaciones de base difíciles: algunas personas parten de condiciones sociales muy adversas. Estos contextos generan bucles descendentes que refuerzan la dificultad para cuidar de uno mismo.
- Estrategias de regulación emocional poco saludables: ara aliviar el malestar podemos usar comportamientos que, a largo plazo, sabotean nuestro bienestar.
- Dificultades en funciones ejecutivas: cuidar de uno mismo requiere planificación, organización, constancia. Algunas personas desean cuidarse, pero tienen dificultades para sostener acciones concretas.
- Desequilibrio entre exigencia y disfrute: algunas personas se exigen demasiado y no se permiten descansar; otras tienden a la autocomplacencia y falta de estructura. También puede haber oscilaciones entre ambos extremos.
- Querer cambiar demasiadas cosas a la vez: si tratamos de modificarlo todo de golpe, nos frustramos, nos desorientamos o minimizamos nuestros avances, lo cual puede producir justo lo contrario a lo que queremos, que abandonemos.
No se trata de hacerlo todo de golpe, sino de incorporar hábitos poco a poco, dándonos permiso para fallar, reajustar y aprender.
A menudo necesitamos estructurar la implementación de mejoras en nuestro autocuidado. Pero al mismo tiempo nuestro plan tiene que ser lo suficientemente flexible para permitirnos tener dirección sin caer en rigidez. Es mejor avanzar lento y constante que abarcar demasiado desde el inicio.
Entendiendo que es un proceso y sin querer abarcar demasiado. No puedo preocuparme por decorar la casa si todavía estoy reforzando los cimientos. Primero hay que construir una base sólida antes de abordar otros aspectos. Necesitamos darnos tiempo y dejar que el proceso vaya haciendo su magia.
A menudo, algunas personas caen en la desesperanza y la pérdida de confianza en sus posibilidades de implementar cambios tras haber sufrido muchos fracasos. Entender el origen y abordar algunos bloqueos sin duda va a ayudar. No todo es fuerza de voluntad.
No todo es fuerza de voluntad, pero también necesitamos empujarnos a hacer lo que no nos apetece hacer. Una excesiva autoindulgencia puede complicar algunos aspectos del autocuidado.
A medida que generamos nuevos hábitos, el autocuidado se vuelve más fácil, más natural, y más sostenido en el tiempo.
“El autocuidado no es solo una lista de tareas, sino una forma de tratarnos con respeto y consideración en cada aspecto de nuestra vida.”